É o tempo o encargado de comerse as promesas, o meu pai prometeume unha bicicleta, e cando se deu de conta xa estaba eu pedindo a moto. O meu pai agobiado polo prezo, votou man dos argumentos de seguridade apoiado pola miña nai .Cando me din de conta xa tiña eu as mesmas preocupacións que o meu pai, pagar do meu peto os prazos do coche e prometerlle o meu fillo a bicicleta.
O conto vai dun home que vivia de recordos; a realidade non podia adaptarse para darlle toda a felicidade que precisaba, a sensación que lle aportaba o presente eran truncadas de inmediato por elementos externos que él non toleraba, por eso sin darse conta cortaba ca realidade e comenzaba a sua vida.
No referente ao amor necesitaba dun presente adrenalínico que o arrastrara a la loucura para manter o recordo fresco e vivo durante moito tempo. Comenzaba unha fase. Era un experto, xa coñecia os posibles escenarios, ainda que descoñocía as personaxes e o tempo que iba facer
Baixa o telón
& EL CRISTAL AHUMADO &
Tocó el despertador (@) a la hora prefijada la noche anterior, abrió los ojos y vio que eran las 8 de la mañana. Con las mismas, alargó su mano y lo paró. Se quedó un rato con los ojos en Babia, sin pestañear, y con el iris de sus pupilas justo en el centro de sus glóbulos. Mientras tanto, no meditó, pues era un hombre impulsivo, aunque afortunadamente no se tenía que arrepentir de ninguno de sus impulsos.
-Hoy, me quedó en la cama todo el día – pensó, al mismo tiempo que se daba la vuelta para recobrar su postura dorsal de sueño.
? Y dieron las diez y las once; la una, las dos y las tres, y en pijama hasta la hora de comer, le despertó su amigo ? – [.
*Sí. Dígame.
*¡Qué pasa, colega! ¿Ya no te acuerdas del trato que hicimos ayer?
*¡Hostia!, es cierto. Se me había olvidado.
*¿Qué no te acordabas? ¡Sí te va la vida en ello! Como no entreguemos ese recado antes de las seis de la tarde, no vuelves a recordar nada en toda tu puta vida.
*No sé si es lo que andaré buscando.
*¿Pero qué dices?
*Lo que oyes. Mi novia me ha dejado por un hijo de puta, y esto me tiene comida la sesera.
*Juega con tu vida, tronco; pero no con la mía. ¿Me oyes? ¿Tienes eso?
*Sí, sí. Todo está en orden.
*Bueno, dentro de una hora en la Central. Y no te preocupes, después de esto liquidamos a ese cabrón, y se te acabaron los problemas, muchacho.
*Vale, reconforta tener amigos.
*Hasta luego.
*Chao.
Ignacio era un tipo estupendo, pero desde hacía un año no sabía lo que era reír, a lo sumo, gesticulaba sonrisas forzadas para que la gente no le hiciese preguntas que no quería responder.
Durante ese trayecto, había sentido un gran poder destructivo en sus pensamientos, y la mayoría de las veces, lo dirigía hacía si mismo.M
Desde que Fátima le había dejado, se había metido en pequeños líos para forzar a sus pensamientos a que se dirigieran a lugares diferentes de lo que estaba siendo cada instante de su vida. Sentía la necesidad, de licuar un tiempo que se le había apelmazado, para que volviera a llover en su vida.+
Desde que ocurrió la trágica despedida, había realizado locuras puntuales, que le sirvieron, para alejarse momentáneamente del sexo de Fátima, de los ojos de Fátima, y de todas las mentiras que se habían ido creando alrededor de los sentimientos de esa chica.. Su pensamiento, siempre estaba guiado por el terrible encanto de la flor de la margarita: “me quiere, no me quiere…”
Cruzó el coche a varios conductores; que se quedaban pegados en sus asientos al observar que el loco salía de su coche con la intención de llevarse la razón. Jugo con la velocidad peligrosamente, hasta que un día su coche dio tres vueltas de campana. Y aparentó a puñetazo limpio, sentirse molesto con algún hombre, por el mero hecho de mirar a alguna amiga que en ese momento estuviese de copas con él.
Perdía a los amigos poco a poco, pero no parecía importarle.
Ahora, al escuchar por teléfono a su socio, había visto por momentos una salida. Que el enemigo estuviese fuera y no dentro, le liberaba de una energía que le quería destruir. Pero mientras “desayunaba”, meditó que: a él, solo le valía que ella le dejara porque sintiese nuevamente su amor.
Eso era imposible, aunque a veces pareciese que ella le mirase con nostalgia. Por ello, lo mejor era olvidarla definitivamente, para que comenzara a llover en su vida a chaparrón.Û
Pero también esto era difícil, llevaba gastadas tres mujeres desde que comenzó su penitencia y ninguna de ellas había conseguido desvirtuar lo que con fiebre emocional se había fabricado.
Ahora estaba en este royo de los tapices, y parecía, que siquiera el olor cercano de la muerte, conseguía desviar sus pensamientos.
Hacía dos días, que habían robado los tapices a un coleccionista por encargo de un mafioso que les pagó la mitad por adelantado. Parte del dinero ya había volado; y si no se le entregaba la mercancía exigida, era muy probable, que fueran recibiendo visita tras visita, hasta que sus cuerpos tapizados de golpes, quedaran enmarcados y amortajados en espera del señor del coche de las pompas fúnebres.
Ignacio, por veces pensaba que necesitaba por lo menos una de esas visitas, por eso apagó el despertador y volvió a dormirse, con la esperanza de ayudar a las casualidades a hacer de las suyas.
Salió de casa, cruzó tres calles y, después de andar veinte minutos por una avenida, se encontró en la plaza. Entró en la Central y pidió una tila.z
Desde hacía un año, tomaba tres tilas diarias porque el café le sentaba como a un santo un par de pistolas. La tila, al menos frenaba un poco su desesperación.
Enseguida llegó el resto de la banda; Raquel y Efrén, que aunque no eran propiamente una pareja, cada uno aprovechaba el cuerpo del otro para liberarse de las pequeñas tensiones de la vida.
*¿Dónde tienes el petate? – preguntó con cierto énfasis de enfado Efrén.
*En casa, ¿no vamos en esa dirección? ¿Y qué pasa si no lo tuviera? – preguntó Ignacio, finalmente algo cabreado para templar el enfado de Efrén.
*Pasa, amigo. Que no me fió de los que dicen cosas como esas.
*¡Pero qué dices!-exclamó Ignacio levantándose del taburete con aires amenazantes.
*¡Lo que oyes, colega! – dijo Efrén separándose un poco de la barra del bar
* Bueno, dejar las cosas como están – medió Raquel un poco enérgica – no nos conviene ningún tipo de escándalo.
Antes de que Raquel acabara de soltar todas sus palabras, ambos hombres miraron a su alrededor para comprobar la discreción de sus actos.
*Me gusta que la gente ame la vida, sobre todo cuando se está en esta clase de negocios -dejó caer Efrén mientras buscaba con la mirada los ojos del camarero; observando las tensiones con Ignacio de reojo.
El mero hecho de que Efrén girase 90 grados, consiguió que Ignacio se relajara y abandonara su actitud defensiva.
*Un cortado y uno con leche.
Ignacio, optó por abandonar la discusión sin decir nada y, volvió a ocupar su sitio en el taburete. Cogió la taza con sus dos manos y dio un sorbo a la tila caliente que estaba tomando. Todavía con sus labios sobre el borde de la taza, parecía meditar algo que le había quedado por decir.
*No mires para ningún lado – dijo mirando solo con la intuición a Efrén – pero creo que nos vigilan.
*Ya lo sé, son los Hombres de Charlot. Pero no te preocupes, eso es bueno – dijo Efrén casi sin emisión de sonido fónico, mientras se llevaba el pocillo a los labios.
*¡Bueno?
* Si se fiaran, podría significar que ya habían decidido lo que hacer con nosotros. No me gustan las cosas que se deciden cuando yo no estoy.
*¿Pero qué problemas hay? Entregamos, nos dan la pasta que falta, y asunto concluido – preguntó Ignacio sin ladear ni un milímetro la cabeza.
*Camarero, por favor – Interrumpió Efrén los sonidos imperceptibles que se estaban desarrollando.
*Tres euros, por favor.
Al salir, ninguno de los tres hizo ningún movimiento que pudiese delatar que se sentían vigilados. Nada más cerrarse la puerta de cristal, se quedaron en el recibidor de la entrada, con la intención de que las tres personas que los vigilaban desde distintas mesas no se pudiesen levantar.
*Hay una nueva situación – dijo Efrén dirigiéndose a sus compañeros – Esto se ha convertido en un juego de rol. Lo que era un sofisticado atraco, ha pasado a ser una estrategia por conservar el pellejo.
* No me jodas – exclamó Ignacio exaltado. ¿Pero qué pasa?
Raquel no dijo nada, porque ya estaba informada de la naturaleza de los fantasmas que pretendían desviar al vacío su destino.
*Me gusta más el culo de Raquel, no te preocupes – bromeó Efrén, soltando una carcajada para que se viera a través de los cristales.
*Esto no está para bromas – protestó Ignacio
*¿No querías morir hace unas horas?
*No, ni media palabra. Quería imaginar que podía morir. Solo una posibilidad de entre tres; no las tres.
*Bueno, en estos momentos tienes dos. El caso, es que me he enterado por un compinche al que conocí en la cárcel, que estos hijos de perra son socios.
*¿Quién? – preguntó Ignacio.
*El Coleccionista y Charlot. También me contó algo referido a sus obvies, y me temo, que este atraco está más relacionado con esto que con el dinero.‘
*Explícate – inquirió Ignacio
*Estos tipos son admiradores de la burocracia que rodeaba a los Faraones Egipcios; leen toda clase de libros al respecto de como acababan con la vida de todo aquél que supiese algo de la seguridad del laberinto de las cámaras mortuorias. Según me contó, ya hay algún fiambre como producto de las apuestas que se hacen entre ellos.
*Vamos a la policía – dijo sin perder el tiempo Ignacio.
*Como última posibilidad, no me parece desacertado. Pero no me apetece nada tener a estos cabrones respirándonos en el cocote. Y menos aún, si entramos presos.
*¿Y qué hacemos entonces? – preguntó Raquel desesperada viendo para el rostro pálido de Ignacio.
*Eso ¿Qué propones?
*Todavía no he acabado. Esta mañana, hice unas averiguaciones que avalan mi teoría de que somos los conejillos de indias de un juego macabro. El tapiz es una mala falsificación y no vale absolutamente para nada.
*Yo voy a la policía.
*Ni se te ocurra. Tengo un plan.
*Sí – dijo Ignacio carcajeándose aunque con el rostro desencajado – Más bien, un plano del cementerio.
*¿Qué hacemos entonces, Efrén?- preguntó Raquel deseosa por saber el plan que tenía pensado desarrollar su novio.
*En principio ganar tiempo. Cuando estuve en el palacete de Charlot para negociar las condiciones del robo, me fije en un libro que tenía en la mesita del salón: “La pirámide reconstruida”, de “Brich Neel”. En cuanto salí de allí lo compré, pues nunca está de más saber un poco de la atmósfera donde respiran gente de esta calaña. Estos días lo he estado leyendo.
*¿De qué se trata? – preguntó bastante serió Ignacio.
*Va, sobre un arquitecto, que descubriendo, que lo iban a matar por conocer parte de los secretos de la pirámide, en el último momento, destruye todo lo que él había diseñado. Total, diez años de trabajo.
*¿Y? – preguntó Ignacio con cierta socarronería.
* Y que salvo la vida, si te parece poco.
*Luego, le quitarían la Nacionalidad Egipcia y lo convertirían en un esclavo judío.
*No termina así, aunque a nosotros eso nos da igual. Lo importante para nosotros, es que tenemos que devolver el cuadro adonde estaba y, destruirle todas las medidas de seguridad a ese Coleccionista de mierda.
* ¿Y el adelanto del dinero qué nos dieron y que ya nos hemos gastado? ¿Y el estropicio qué vamos a ocasionar con esa destrucción? – reafirmó interrogante Ignacio.
*Esta gente, por esas cantidades no mata a nadie. Charlot me encargará un nuevo trabajo, que tendremos que hacerle gratis. Se cierra el caso.
*No lo veo – dijo Efrén – Charlot pierde la apuesta. Y de los dos, es el más peligroso.
*Estas apuestas no funcionan de esa forma. Charlot gana la humillación del coleccionista. La idea la diseño el coleccionista en secreto juramentado con Charlot, si la estrategia diseñada falla, significa que no estaba bien planificada ni lo suficientemente oculta.
* Yo no entiendo nada. ¿Qué hubiera sucedido sino logramos robar el tapiz, y nos pillan dentro?
*Qué sería Charlot el encargado de pagar la apuesta que hallan realizado. Y ninguno de nosotros hubiese salido vivo de la mansión del Coleccionista.
*No hay duda entonces. Estamos teniendo suerte.- comentó Ignacio jocosamente, jugando con palabras de victoria pero con acento fatalista.
*Pues sí, la casa estaba bien vigilada. Aunque, esta noche estará menos – contestó Efrén menospreciando el acento irónico de Ignacio.
*Pero hoy quedamos para entregar el tapiz – afirmó Raquel para golpear sobre los planes de Efrén.
La calle estaba mojada y el ambiente olía a tierra húmeda. Percibiendo Ignacio su perfume, hecho de menos la tranquilidad de la aldea de la que procedía.
*Qué bien estaría ahora cavando las patatas, y sabiendo, que al atardecer me esperaban mis amigos en la taberna para echar una subasta. – pensó mientras observaba caer la lluvia.
*Bien, os diré lo que vamos hacer – dijo Efrén mientras observaba los rostros desanimados de sus compinches.
*¡Mira quién va ahí! – exclamó Ignacio sobresaltado.
*¿Quién? – preguntó Efrén confundido al no observar a nadie conocido.
*El capullo que me quitó la novia. Le voy a partir la boca ahora que ya nada me importa.- replicó Ignacio intentando salir en su búsqueda.
*Quieto, no compliques las cosas – dijo Efrén, amarrándole al mismo tiempo por un brazo.
Al sentir la presión del brazo de su compañero, Ignacio cedió ante la realidad que tenía enfrente, no sin mostrar antes su disconformidad.
*Venga, di lo que vamos hacer, y acabemos pronto – gritó desencajado.
*Al salir de aquí, estos que están dentro nos seguirán. Primero vamos a un estanco a comprar sobres y sellos; luego mandamos una carta a alguno de confianza. Después, vamos a un ciber, y mandamos correos temporizados a otras personas que puedan al menos denunciar a éstos cabrones en caso de que no salga todo como lo pensamos. Y por ultimo, voy yo solo hasta el palacete de Charlot, a contarle una milonga para ganar tiempo hasta mañana. Esta noche devolveremos el tapiz.
Todo se hizo como estaba previsto de antemano. Los tres hombres que sentados en distintas mesas vigilaban sus movimientos, se levantaron en cuanto les vieron alejarse de la puerta de cristal.
En cuanto Efrén se subió al coche para ir a reunirse con el mafioso, Raquel pregunto:
*¿Y para qué nos seguirán?, no tiene mucho sentido.
*Todo esto es como el Castillo de Cafka, pero lo más probable, es que Charlot nos vigile para nuestra seguridad; no se fía de lo que pueda hacer el Coleccionista una vez que nosotros hemos burlado sus sistemas de seguridad. En cualquier caso, siempre se vigila cuando no se sabe.
Después de partir el coche, Raquel e Ignacio se metieron en una cafetería con grandes cristales ahumados a esperar el regreso de su compañero. Desde el interior de la cafetería se observaba perfectamente el exterior; pero Ignacio al entrar, se había fijado que desde fuera no había podido distinguir a la gente que estaba dentro.
Al poco rato de estar allí, observando discretamente los movimientos de los dos hombres que les vigilaban; Ignacio, vio como su antigua novia se paraba enfrente del cristal que tenía a su lado para hablar con una amiga. Sin pensarlo mucho, sacó su teléfono móvil y le mando un mensaje: “Te quiero; Ì”
Aún con cierto temor de que le viera, observó, como Fátima metía mano en su bolso para sacar el teléfono. Una vez en sus manos, vio como manipulaba el móvil hasta llegar a leer el mensaje. Una sonrisa de amor emanó del juvenil semblante de Fátima ((); la esperanza (+(+), se incrustó en el mismo momento en el ánimo del que robaba la intimidad de la joven; provocándole una sentimental sonrisa, adornada, por el brillo astuto de unos ojos que reflejaban el conocimiento de saber: “que no se sentía propietario de la casualidad, sino solo de saber aprovecharla”. Una hoja de margarita cayó sobre el tapete de la mesa donde se sentaba. ‚
Efrén, fue recibido inmediatamente por Charlot. Cuando pasó al salón, su sorpresa fue mayúscula al encontrarse en la estancia al Coleccionista.
*Bien, bien, muchacho. Te estábamos esperando. Pasa, pasa; siéntete como en tu casa.
*¡No entiendo! – exclamó Efrén sin tenerlas todas consigo.
*Ven, quítate esto – dijo Charlot al mismo tiempo que le sacaba un micrófono que tenía adosado en el cuello vuelto de su chaqueta.
*Perdón; sigo sin comprender.
*Genial, has estado genial. Has acertado en todo; menos en quienes iban a ser los muertos. Es muy sencillo, la trama la realizamos entre los dos. Por eso, si alguien adivinaba nuestros planes, el coleccionista y yo tendríamos que dirimir un duelo.
*¿Pero, por qué? Eso, es rizar el rizo.
*Es imposible adivinar algo semejante. Solo con poderes divinos se puede acertar con la posibilidad. Tanto el Coleccionista como yo creemos en esas fuerzas oscuras. Por tanto, tenemos que conocer quien de los dos es el traidor. El que sin darse cuenta, emite señales tan fuertes que pueden ser escuchadas por otro receptor.
*Están locos – dijo a regañadientes Efrén
*Tu muchacho, serás el testigo – dijo el Coleccionista, dirigiéndose a la mesa para coger su pistola sin prestar atención a las palabras de Efrén.
Los dos hombres tomaron sus posiciones en el salón;‚‚ uno a espaldas del otro y con las pistolas en alto. A la voz de “ya”,— comenzaron a contar diez pasos cada uno. Las pistolas rugieron casi en el acto.
Sin salir de su asombro, Efrén contempló los dos cuerpos manchados de sangre tendidos en el suelo. Todo había sido muy rápido.N
*Los dos debían emitir señales a muy alta frecuencia.U – pensó al marchar.
N Charlot