LA JAULA INVISIBLE

 

El sentido de la vista y el oído, falla unas veces por cuestiones naturales, otras por motivos accidentales, y la mayoría de las veces por ideas preconcebidas de antemano. Ahí se encuentra el principal campo de trabajo de los magos, políticos, psicólogos,curas, profesores, poetas y escritores. Ocurre a veces, que alguno de estos profesionales se atreven y consiguen conectar una idea fija con otras variables, que logran que usted pueda respirar mejor, porque lo que le afecta a su vecino más pronto que tarde le va afectar a usted, aunque solo sea en la alegría que transmite al darle los buenos días.

 Buenas tardes, amigo lector: veremos que piensa al final del relato.

 No se de quien es un cuento ( a lo mejor viene de un clásico) que circula por ahí desde hace mucho tiempo, que cuenta : como un hombre hace un trato con la muerte, para que antes de amarrarlo definitivamente, le avise de que va a llegar el momento; él a cambio, se comprometía a no oponer resistencia en el momento en que las circunstancias lo reclamasen. La muerte aceptó el trato, pues así, le facilitaría el trabajo, e incluso, podría ese día llevarse a más de uno por el camino tortuoso que desembocaba en el limbo de las almas.

El tiempo pasó, tal y como pasa el agua dentro de una manguera opaca. O como el recuerdo del tiempo cuando miras atrás. Y un buen día, llegó la muerte con guadaña en ristre y reclamó al hombre que viniese detrás de ella sumiso y sin ninguna oposición, pues tenía que recoger también a una mujer que se rebelaba estúpidamente contra ella.

El hombre quedó asustado, y enseguida reclamó la letra del pacto que había hecho hacia tiempo para que le avisase con antelación. La muerte moviendo amenazante su guadaña, respondió,” que : ella no tenía la culpa de que sus tristezas y alegrías comprimidas, no le hubiesen dejado sitio para ver y escuchar los avisos que ya en sus momentos realizó”

¿Como? -Dijo inmediatamente el hombre con un ronquido forzado, en un intentó último por respirar.

Ni cómo, ni ronquidos espectrales. ¡ Vamos! – Dijo la muerte haciendo el gesto del segador

¡Pero!- Pensó el moribundo

No hay pero que valga. Te he dicho que arranques ya.

El hombre aun se resistía, pues intentaba recordar algún pasaje de su vida que diera significado a lo que en esos momentos vivía.

La muerte, se percató enseguida de lo que estaba ocurriendo y, sin orgullo ninguno ayudó al moribundo a recordar aquello que en su momento le pasó desapercibido.

Por culpa tuya no voy a poder llevarme definitivamente a esa mujer. No voy a llegar a tiempo – dijo sin apena inmutarse. – Pero dime: ¿tienes ahí todavía los dientes que cuando tratamos el convenio tenías?

No – dijo enseguida el hombre, ya con un ronquido espectral

Dime, anda dime, ¿por casualidad tienes, ahí el cabello ese que tenias cuando negociamos?

No – dijo el hombre ya sin resistencia, entendiendo lo que la muerte le quería decir.

Bueno, venga. Da el último suspiro y arrancado, que por tu culpa ya perdí por un buen tiempo a esa mujer que se resistía.

Vamos, vamos. Sin demoras – bramó la muerte sonriendo.

 

La primera lectura que le atrapó cuando era pequeña era un cuento de terror titulado “ la voluntad del cuchillo”. Antes había leído algunos otros, pero era solo por cumplir con los deberes del colegio.

Su vida siempre había sido tranquila, siempre demasiado tranquila. Las palabras no le traían atención si no iban acompañadas de una energía asesina. Sus padres pacíficos ciudadanos ocupados de sus cosas, nunca le impusieron nada por la fuerza de la experiencia, sino por el de la indiferencia.

Pasó algún tiempo, hasta que Beatriz entró en la adolescencia, y pudo convertir su saturación de infinitos mundos virtuales a la que estaba acostumbrada, en una soledad llena de aburrimiento, tedio y hastío; “ Me aburro “ decía con frecuencia a sus amigas.

Le gustaba el riesgo, que disfrazaba en el exterior con un amor por la aventura; y siempre se las arreglaba para meterse en mundos desconocidos, en los cuales por sus cualidades demasiado femeninas, era la presa de una cacería que se realizaba en un paisaje extraño para ella. El desconocimiento del medio era lo suficientemente atractivo para que tuviese que prestar atención a cualquier palabra que fuese pronunciada. La tensión la invadía, la felicidad le acosaba.

Casi siempre salía ilesa de la cacería. No porque tuviese unas cualidades especiales que le hiciesen inmunes a la munición con que disparaban los variados cazadores a los que se mostraba, sino porque el medio estaba lleno de jaulas invisibles en donde refugiarse, y que, conseguían frenar las más locas intenciones de los cazadores y sus perros.

Ella no lo veía así, y en el patio del colegio presumía de su habilidad para manejar las diversas situaciones que se producían en cualquier mundo desconocido en el cual ella era la presa.

Su pasión narrativa, con palabras que escondían veladas amenazas, la habían convertido en la líder del grupo del patio del colegio y siempre era escuchada con solemnidad eclesiástica. Sin embargo en las aulas, era la muda elíptica de toda atracción del conocimiento, y cuando no soñaba con sus mundos peligrosos, hacia valer su liderato hasta conseguir la ruptura de toda la clase con el entendimiento.

Sentía, y luego así lo pensaba, que el solo hecho de mover el pelo con una peculiar mirada, era un acto de una inteligencia extrema, de una astucia Ulisiana, y se recreaba una y otra vez, con detalles parecidos que la aupaban al podio de las heroínas. Desde ahí, trepaba sin dificultad ninguna al juego, e inmediatamente se sublimaba en sus ensoñaciones.

Cuando escuchaba por casualidad, conversaciones a las chicas de su edad, encaminadas a contar las manifestaciones de amor que algún chico le había realizado en días anteriores. Ella se burlaba de una manera mordaz, tildando de infantiles y aburridas tales expresiones. La vida estaba en la aventura.- Decía – En aquello que no sabes si vas a poder controlar, pero que siempre acabas controlando.

Prefería a un hombre que comenzara insultándola con palabras cargadas de sexo, que una caricia envuelta en palabras de amor, que según se va deshaciendo por el calor de la expresión te va paralizando.

-“Eso es una mariconada” – solía decir con enfadada sagacidad o burlesca ironía según su estado de ánimo.

Era sábado de noche, Beatriz y su grupo de amigas, estaban sentadas en la barra de un bar a la espera de noticias y palabras que impactaran inmediatamente en algún sentido que les pusiera antes de procesarlas la piel de gallina. Necesitaban una dosis de miedo y lo buscaban con ansiedad con sus miradas.

Un grupo de hombres de estirpe desconocida, se arrimó al grupo de jóvenes con el propósito de alejar del grupo a una o dos hembras con las que comenzar la cacería.

Con cuatro palabras que cruzaron, se dieron cuenta de que el aislamiento iba a ser más fácil de lo que inicialmente preveían. Después de tan solo una caña de cerveza, ya estaba la presa aislada y predispuesta para irse con ellos a una fiesta que se celebraba en un lugar recóndito de la ciudad, a la cual, se desplazarían con los coches de los que se habían presentado con un perfil malote.

 Uno de ellos, el que mostró más interés por Beatriz, era un ex-guardia de seguridad, y manejaba el cuchillo como Rambo en cualquiera de sus películas. Era un espagueti metido en un macarrón pero con mucho éxito por su felina mirada.

Antes de montar en los autos, ya la confianza era tal, que el cazador hizo una exhibición de sus habilidades y, persiguió por el bar con el cuchillo en ristre broma a Beatriz, con la intención intuitiva de dar claridad a la linea que separa a la presa del cazador. La líbido corría a raudales a medida que se hacían claros los respectivos campos, anulando cualquier capacidad de analizar. Tan solo las jaulas invisibles jugaban a salvaguardar los derechos de la presa.

-¡Estás tonto! vaya un vocabulario que utilizas. No podías hablar mejor – dijo Beatriz con beatífica complacencia, mientras daba un golpe de efecto a su lacio cabello al unísono que sonreía de miedo.

Los ojos del depredador brillaron con destello. Y al momento depuso su actitud y guardo el cuchillo.

Beatriz se conmocionó en silencio, y reforzó la idea de que era la heroína del cuento. Estaba en el juego.

Beatriz montó en el Audi negro, mientras sus amigas quedaban de parloteó en la barra del bar con el resto del grupo de hombres.

La fiesta fue larga y tóxica. Las horas pasaron rápidas. Demasiados rápidas, porque esta vez las jaulas invisibles fueron cruzadas por el cazador. Las horas se habían ido deprisa, pero no así los minutos, que en algún momento de la noche se convirtieron en eternos. La eternidad del fin, la eternidad del desconocimiento, la eternidad del derrumbe del saber, la eternidad del desvanecimiento del ser. La eternidad del fin del juego.

-¿Qué tal está doctora? Preguntó un hombre destrozado mostrando su dolor.

-Bueno. Está en la UCI la paliza ha sido grave, no sabemos si saldrá de esta.

En la habitación del hospital una figura espectral mantenía una conversación telepática con Beatriz:

-Tienes que venirte conmigo mujer. Prepárate que vengo enseguida. He de recoger a un hombre que ya está listo – transmitió en silencio la figura calavérica ya con la guadaña en alto.

Una enfermera, llegó rápidamente por el pasillo y, mantuvo una pequeña conversación con la doctora que estaba intentando consolar a un matrimonio derrotado por el sufrimiento

-Ha despertado. Si, ha despertado Doctora.

Inmediatamente, la Médica se giró y tranquilizó a los padres de aquella chiquilla que había violado la frontera entre la la vida y la nada:

-Hubo un cambio inexplicable. Podríamos decir que a burlado a la muerte. Pero no se preocupen, de esta si sale. Aunque seguramente tendrá que hacer algún arreglo en la cara.

¡ Dios mio! – Exclamó la madre cubriendo la cara con sus manos.

-¡Vamos mujer. Arrancando! – Dijo la figura espectral

-¡Qué te den! – Contestó Beatriz, aspirando aire a granel

-Ves lo que pasa por perder el tiempo – Decía la muerte al viajero que lo acompañaba, mientras marchaban de allí.

-No veo nada – Dijo el viajero

 

N.A: Esta noche voy a poner en la copa de las uvas, una uva rosada en recuerdo de todas aquellas mujeres muertas por las fauces de un depredador.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ir arriba