LA VACA VERDE

Las promesas suelen ser hechas para conseguir algo a cambio, como por ejemplo para mantener la esperanza y la ilusión, consiguiendo así seguir con un proyecto. Otras, por supuesto, están trazadas con hilo metálico y lo que pretenden es el puro engaño para hacerte un roto en el bolsillo. Luego en la vida está también la contradicción, que tiene en si misma las mismas indicaciones y contraindicaciones y que se suelen realizar muchas veces simplemente para poder seguir, si acertáramos siempre en nuestras prediciones pocas veces nos contradiríamos, además para que engañarnos, la vida esta llena de presente y poca gente habla en función de lo que pueda ocurrir mañana.

En fin, lo mas chic es poder criticar al que no sigue al pie de la letra sus propias palabras y hacerlo nosotros cuando nos de la gana. Es parte de la filosofía que solo tiene palabras para arreglar los agujeros que se ven a simple vista.

Soy uno mas, y aunque ya nadie se acuerda, prometí que el siguiente relato iba a titularse :” Mundos Paralelos” pero aunque lo tengo en el magín, no tengo las palabras para rescatarlos, así que nos conformaremos con un cuento titulado;” La vaca verde” .No es bueno, pero relaja.

 

 

 *-Atención niños, atención!
Esta vez no os voy a contar un cuento, si no que os voy ha describir algo que yo mismo con estos ojos vi en un pueblecito de Lugo que me quedó asombrado; ¡ No os lo vais a creer!
Necesito un voluntario para que me ayude en la narración.
¡ No! Todos no podéis ser; A ver tú, niña. Si aquella, la que tiene la diadema roja. Si, tú, tú.
Los demás; tú, y tú, tú también, aquel, este, este también, también tú, ese, y ese también. Si si, todos; vais a venir aquí porque tenéis que ayudar a la niña para que no se sienta sola mientras me está ayudando a mí.
Muy bien, acomodaos en esta parte, y sentaros, mirando para donde estabais sentados antes.
Bravo, muy bien. Mientras os relajáis yo voy ha ir a hacer un pis, pues después de tantos cambios la vejiga no me aguanta más.
¿Ya estáis todos colocados?
*_ Siiiii
*- ¿Cómo os sentís ahora? ¿Mejor?
*_ ¡Siiii!
*- Bueno. Pues veréis:
 Estaba yo en casa de mi abuelo, cuando observé que un labrador traía por el camino un rebaño de vacas de todos los colores; unas eran rubias, otras pintas, y las demás con dos manchas; en total eran unas diez vacas, que aunque todas parecían semejantes, tenían muchas diferencias. Algunas tenían la barriga grande, otras las ubres enormes, tan grandes eran, que iban tirando la leche por las tetas dejando un rastro dulce en el camino.
Como era el final de la primavera, y los días ya son muy largos, todavía había sol. Creo que serían las siete de la tarde cuando vi pasar al grupo de vacas por el camino que llegaba al pueblo.
Cuando ellas pasaron, me aparte para dejarlas paso, y mientras cruzaban a mi lado, una de ellas se paró delante de mí y se quedo mirándome como si fuese una persona. Pensé que me quería saludar e iba a levantar la pata para que yo se la chocara.
Era una vaca con una barriga enorme, de color marrón clarito y unos ojos inmensos.
El animal miró para mí y se echo a reír.
Me quede un poco sorprendido, porque mi cabeza  no daba para tanta admiración, y no entendía la risa de la vaca.
Supongo que sin darme cuenta yo también me reí. Y aunque sin querer, lo que yo en realidad deseaba  era que la vaca se volviera a reír para que la sorpresa aumentara y me tirará al suelo desmayado. Deseaba pruebas evidentes.
Parecía que sí, y parecía que no; Pero era que no, aunque a mí me gustaría que fuera que si.
*- Vosotros también querríais que se riera la vaca?
*_ Siiiii!
*- ¡Pues acertasteis!
* Porque la vaca volvió a separar el hocico y de entre sus grandes dientes salió una tremenda risotada: – ¡¡¡mja mja mja !!!
No me caí al suelo, pero me tambalee porque las piernas me temblaron y mis músculos se quedaron fríos.
La vaca se  reía distinto a lo que yo tenía pensado. Bueno, en realidad, solo había visto reír a los animales en los cuentos.
*_ Es que esto es un cuento- grito un niño en el grupo
*- ¿Y tú entonces eres mayor?
*_ Si- dijo el niño
*- Pues entonces vete. Esto es para niños
*_ No. Soy un niño
*- Dime entonces como reía la vaca
*_  Mja mja  mja
  Bien. Estaba tan aturdido, que como creí que me iba ha caer, me aparte un poco más a la orilla para evitar que me pisaran las vacas en caso de que me derrumbara.
Ya no me reí más, y la vaca tampoco.
*- ¿O vosotros queréis que se vuelva a reír?
*_ Siii!
*  No niños, la vaca no volvió a reír; pero se acercó a mí y después de olerme un poco la manga de mi jersey me murmuró:
_  “Busco un secreto”.
* ¿Cómo? – Le pregunté, al mismo tiempo que me separaba un poco de ella.
Pero la vaca no dijo nada y siguió su camino cara al pueblo
Mientras se alejaban, miré para el campesino para intentar saber si él sospechaba algo de aquello que a mí me estaba ocurriendo.
–  Buenas tardes, me dijo. Y siguió detrás de los rumiantes.
 No pude dormir pensando en lo que me había ocurrido. En cada vuelta que daba en la cama me decía:
* Me lo he imaginado; esto no puede ser verdad; habré comido, olido o bebido alguna sustancia mala que consigue que yo vea a la vaca riéndose y pronunciando palabras.
* Si lo cuento, van a pensar que llevo días viendo la tele sin parar, y que confundo las imágenes de la televisión con las cosas del camino. O, me verán cara de cuento y pondrán sus dedos mojados en mi cara para pasar página.
* ¿Qué voy hacer? Y si es verdad y la pobre vaca busca de verdad  un secreto.¿ Y para qué querrá un secreto?
No pude dormir esa noche. No sé si valió para algo, pues hay quien dice que las ideas llegan solas; aunque a lo mejor, necesitan de unas horas de insomnio para que florezcan y aparezca la solución.
Pasaron dos días, y aunque de vez en cuando miraba a una cabra que tenía mi abuelo con curiosidad, se diría que ya había olvidado el asunto y prestaba más atención a las cosas de la primavera, como la bicicleta, la pesca con mi abuelo y a los deberes que me mando hacer la maestra.
En la mañana del domingo, me levante sobre las diez y media y mi abuela ya me tenía preparado el desayuno, vaya desayuno: leche de cabra, un zumo de naranja y unas tostadas.
Siempre al terminar de desayunar pensaba que era un poco más alto y más fuerte, e iba decírselo a mi abuelo a su habitación. Mi abuelo lo debía de notar pues nada más entrar por la habitación me decía:
–  Valla estirón que has dado hoy. Le tienes que dar un beso a Tina, pues como sigas bebiendo su leche tendremos que hacer una casa más alta para que puedas entrar.
 En el momento justo que yo bebía el zumo ese domingo, el sonido de un cencerro trajo como un rayo la solución a la preocupación que yo había tenido con la vaca.
* Ya está,- me dije: Si la vaca busca un secreto, yo le voy a dar muchos secretos, para que ella elija el que más le guste  y mejor le sirva.
Esta vez no corrí a la habitación de mi abuelo, sino que marche a mi buhardilla y saqué del estante todos los cuentos que tenía. Miré los títulos y escogí unos cuantos: “Hola, puedo ayudar”. “El camaleón invisible”. Y “La gaviota”.
Como yo sabía donde pastaban las vacas del campesino, agarré los cuentos, y corriendo salí hacia la finca que estaba junto al río, a tres curvas de mi casa en dirección al pueblo.
Cuando llegué, las vacas todavía no habían venido, por lo que pude entrar sin ser visto en la finca y colocar los libros en varios sitios escondidos entre la hierba.
Esperé un rato por ver si llegaban, pero como no aparecían, me marché pues temía que mis abuelos estuviesen preocupados.
Al pasar la segunda curva, me encontré con una señora que, aunque siempre llevaba un libro consigo debajo del brazo; mi abuelo, pensaba que no sabia leer y por eso mismo lo llevaba. Aunque yo no entendía lo que pensaba mi abuelo, intuía que era algo relacionado con el mundo de los secretos. Y  por eso, cuando la mujer se paró conmigo para preguntarme por mi abuela, yo quise saber un poco más. Y a pesar de  tener prohibido por mi abuelo decir nada sobre su libro, yo me moría de ganas por ver de que trataba.
* Bien – dije,- pero está enfadada conmigo.
– ¿Por qué, Adrián? ¿Por qué está enfadada tu abuelita contigo?.
* Porque dice que no hago los deberes, y que la maestra le dijo que todavía no sabia leer correctamente.!Y eso no es verdad!- proseguí- Mira, déjame que te lo demuestre.
 Y mientras decía aquello, alargue mi mano hasta su libro para intentar quitárselo de debajo del brazo.
– ¡Quía niño!, No te han dicho que no se cogen las cosas sin permiso.
* Perdone Señora Enriqueta, yo solo quería demostrarle que si sé leer.
– Ya. -dijo la anciana- No te preocupes eso lleva poco tiempo, ya aprenderás.
Y siguió andando agarrando fuertemente el libro.
Yo quedé avergonzado, pero enseguida llegué a la conclusión de que era necesario soportar esa vergüenza para pensar por mí , y así de esta forma, llegar a saber que era normal que la vaca buscara un secreto, pues de tanto relacionarse con nosotros, o sea con las personas, se había contagiado de nuestras costumbres.
*-  A ver tu niña, la de la diadema roja ¿ cual es tu secreto?
*_ Yo me hice pi-pi el otro día en la cama.
*- ¡Báa!, no te preocupes, yo el otro día también me meée en los pantalones y no pasó nada
¿Y el tuyo? ¿Si, si, el de aquél que se ríe tanto. Si, si el tuyo?
*_ El mío, el mío, bueno, yo tengo muchos
*- No importa. Cuéntanos uno
*_ Pues por ejemplo: que pienso en Gallego y hablo Castellano
*- Eso es lo que llaman secreto a voces, pero también a mí me pasa, pienso en Castellano y hablo Gallego. Pero no es un secreto, se llama cultura
*_ Y también, que me levante de la cama para saber quienes eran los Reyes magos.
*- Eso es de ser muy valiente. Si te pillan, los juguetes se convierten en carbones.
*_ Pues los pillé y…..
*- ¡No; no, no, Niño!, guarda tu secreto de la misma manera que lo hizo la Señora Enriqueta. 
*- Si te hace daño tu secreto, al acabar la historia, nos lo cuentas. ¿Vale?
*_ Vale.
 Cuando llegué a casa yo ya sabía por que la vaca quería tener un secreto, y tan contento iba por el descubrimiento que me olvide por completo de la señora, y así, mis abuelos no se dieron cuenta de nada. Si me ven preocupado vaya la que se lía.
Al atardecer, cogí la bicicleta y fui a comprobar si mi idea había tenido algún éxito. Al llegar a la finca vi como el ganado subía la cuesta en dirección al pueblo.
Esperé un poco para que nadie me viera entrar en la parcela, y cuando ya no me podían ver, pues yo tampoco los veía a ellos, deje la bicicleta sobre el prado, y entre a inspeccionar los libros que dejé sobre la hierba.
El libro titulado: “Hola, puedo ayudar”, estaba de la misma manera que yo lo había dejado. Interprete que no había interesado, pues las vacas en todo momento están ayudando; se lamen entre ellas, hacen cacolas para que coman las plantas y las hormigas, y comen hierba para fabricar mucha leche para que vosotros la bebáis.
El libro “La Gaviota” estaba movido, pero seguro que fue sin querer, porque la hierba que estaba junto a él estaba comida.
Cuando lo cogí para comprobar si lo habían abierto, noté algo así como si me entraran ganas de llorar, y me dije:
* Que tonto eres, si las vacas no leen.
Recogí el libro, y con pena en mí cabeza fui a buscar el otro libro “El Camaleón”
No estaba allí, ¡Que pasada!. ¿Lo habría llevado la vaca? ¿Estaba en ese libro el secreto que buscaba?
No lo podía creer, había acertado con mi idea y se lo había llevado para la cuadra. ¿Pero dónde?. Si las vacas no tienen bolsillos. ¿En la boca quizás?
Me senté en la hierba a pensar qué podía haber sucedido. Y poco a poco a imaginar lo que sucedió.
* Seguro- me dije- que la vaca empezó a leerlo, y como le daba el sol y estaba muy cansada, lo arrastró con su hocico hacia la sombra de aquel árbol y, cuando llegó, se acostó y se puso a leerlo allí. O a lo mejor, lo llevo para cualquier lugar, para leerlo tranquila y que ninguna de sus amigas supieran lo que buscaba.
Me levante enseguida y me puse a rebuscar entre  la hierba según iba en dirección al árbol. En el trayecto no había ni rastro del libro, y al acercarme, mi corazón se ponía nervioso e iba muy deprisa. Tiene que estar ahí – pensaba mientras me acercaba.
*- ¿Y vosotros?; ¿dónde pensáis que está el libro?
*¬¬¬_ En el árbol
*_ En las tripas
*- ¿Cómo, qué decís, qué se lo ha comido.?
*_ Siiii
Yo eso no lo había pensado. Tenía mucha hierba y además es un papel moderno.
Pues acertó aquél niño. Estaba allí, en el árbol, abierto por las páginas finales, y todavía mojado. Seguro que la vaca lloró un poco de alegría al encontrar lo que buscaba.
Recogí el cuento y fui  al encuentro de los últimos rayos de sol que quedaban, pues el sol me calentaba sintiéndome muy a gustito. Me senté y repasé el cuento, pues ya lo tenía algo olvidado. Leía apresuradamente pues mis recuerdos me ayudaban a entenderlo.
Se trataba de un Camaleón llamado “Rufino” que quería que todo el mundo lo viese y lo saludara, pero como allí a donde iba siempre se vestía del mismo color que tenían las cosas, nunca lo veían, y siempre lo ignoraban. Lo pasó muy mal hasta que ideó un plan.
*- ¿Será que la vaca quiere también que la saludemos?    
*_ Siiii
 No. Ella me dijo que buscaba un secreto, y además se echo a reír. No creo que deseé que la digamos hola o adiós, buenos días o buenas tardes.
Yo pensaba que tenía que ser otra cosa.
Cogí la bici y fui derecho al pueblo con la intención de visitar al labriego dueño de la vaca. Como allí en la aldea nos conocemos todos, y nos llevamos todos bien, entre en el corral de la Señora Agustina a toda pastilla.
–  ¿Qué pasa Alex, parece que vieras un fantasma?.me pregunto la señora
* No señora Agustina, es que me persigue un demonio
–  Demonio, demonio es el que estás hecho tú
* ¿Dónde esta el señor Amador?
– Donde va a estar. Ordeñando las vacas, en las cuadras.
* Voy a ir a verlo.
Cuando entre en la cuadra, todas las vacas levantaron la cabeza y se pusieron a mirar para mí. Masticaban maíz verde recién cortado y con sus grandes ojos de vaca me preguntaban si quería también cenar un poco de maíz.
* No gracias, yo ya he merendado, mi abuela hace unas tortitas que están buenísimas
– ¿Qué dices?
 La voz que salía de entre una vaca rubia y otra blanca y negra era la de Amadeo, que se levantó al oír lo que yo le había respondido a los animales
* No nada Señor Amadeo, bromeaba con las vacas.
– Alex, tú por aquí; anteayer al pasar te vi muy raro, y ahora te pillo hablando con las vacas.  ¿Te ocurre algo?
* No nada, es que en el colegio me mandaron hacer un trabajo sobre la leche y entonces pensé: “voy a casa de Amadeo y así veo como se hace la leche”.
– Querrás decir como sale la leche, porque la leche la fabrica la vaca, primero hace la sangre y luego la convierte en leche.
* ¡De la sangre. Qué asco! -dije sin pensar lo que decía.
– ¿Qué asco?. – dijo Amadeo- Tengo un nieto que cuando la ve en la tele dice: -“¡qué chachi sangre!”.
– Y yo al principio- prosiguió- no sabia que decirle, y me daba miedo pensar que le gustara ver esas películas, y entonces cambiaba enseguida de canal, pero entonces más ganas tenía mi nieto de verlas.
Desde que encontré la solución ya él perdió el interés, y le vuelven a gustar los dibujos animados.
* ¿Qué le dijiste? Pregunté enseguida
– Que la sangre para que fuera buena tenia que estar en su sitio, o sea, dentro del cuerpo. Que si mucha sangre salía fuera, era muy malo.
* ¿Y dejó de decir eso de “que chachi sangre”?
–  Bueno, no del todo. Ahora dice: “abuelo explícame otra vez eso de la sangre”.
* ¿Y como se llama aquella vaca del fondo?- le pregunté con interés, aún riéndome
– ¿Quién aquélla, la que levanta la oreja?.
* Si. -Dije- Debe querer escucharnos.
Pues se llama Careta. Lleva unos días algo rara. Aunque es algo normal, porque va a tener un hijo.
Nos acercamos a donde estaba comiendo, y no noté nada raro, comía el maíz muy tranquila, y de vez en cuando nos miraba.
Yo la acaricie un poco la cabeza, y ella, siguió comiendo como si no pasara nada.
– Bueno, vamos, me dijo Amador mientras se daba la vuelta.
Yo eché una mirada a Careta, y mi sorpresa fue grandísima cuando vi que la vaca me quiñaba un ojo, y riéndose un poco me decía: _“gracias por el libro” y siguió comiendo como sino pasara nada.
 No me lo podía creer, ni lo podía contar. Así, siempre mirando hacia atrás, seguí a Amador al corral sin decir nada.
– ¿Quieres cenar? – me dijo su mujer Agustina
* No gracias, me esperan mis abuelos.
 Agarré la bicicleta y pedaleé fuertemente hasta mi casa. Me encerré en mi habitación y releí nuevamente el cuento del Camaleón.
No encontré nada que me diera una pista para entender a la vaca, pero como ya me había dado las gracias, me dije que: “misión cumplida”. Cuando pronuncie esas palabras quedé aliviado, pues, como no podía compartir el secreto con nadie, todo ello me resultaba bastante pesado.
Pasaron los días y me fui olvidando del asunto, llegando incluso a pensar que todo era fruto de los videos, lecturas y explicaciones que la maestra había expuesto sobre la vaca sagrada cuando explicó la Cultura de los Hindúes.
Un día al subir al pueblo, vi a Amador que bajaba con unos botes de pintura azul. Iba enfadado y hablaba solo. Igualito a cuando yo  hablaba con Careta.
Paré la bicicleta, di la vuelta, y me puse andar al lado del Señor Amador.
* ¿Qué ocurre? Pregunté con un poco de temor, pues iba muy enfadado.
– Se va a enterar, ésta se va a enterar- recibí como respuesta.
* ¿Pero qué pasa? Estás muy enfadado
– ¡Como no voy a estarlo!- dijo sin mirar para mí- Careta lleva dos días desaparecida; la muy pillaban creé que  es más lista que yo; pero se va a enterar. ¡Ya lo creo que se va a enterar!
Me quedé en silencio, pues aunque no entendía nada, intuía que lo sabía todo.
Llegamos a la finca y el señor Amador destapó el bote de pintura, cogió una brocha y comenzó a pintar como un loco sobre la hierba. De vez en cuando daba también algún brochazo sobre al aire.
* ¿Pero qué haces?-pregunte más que sorprendido.
– Buscando a Careta.- me dijo- Sé que estás aquí. –voceaba- ¿Dónde te encuentras condenada?
En ese momento la intuición que yo tenía pasó por los conductos de mi cabeza y se metió en la botella de mis ideas, y lo entendí todo.
Careta había encontrado el secreto del Camaleón y se había disfrazado de paisaje.
*¿Y como sabes que está aquí? Le pregunté inmediatamente.
– Pues muy fácil. El otro día, cuando estaba ordeñando a “Lucera” me fije en las tetas de “Careta”, y vi que tenía un pezón verde. No le di importancia pues podía haberse manchado con la hierba. Pero poco después, mientras ordeñaba a “Cuchara” me contó: _“que “Careta” había estado leyendo algo en el prado”. Vine aquí enseguida, y junto al árbol encontré un cuento que se titulaba “el Camaleón”.
Y a los cuatro días desapareció. ¿ No te parece sospechoso?
* ¿Pero tú hablas con las vacas?-dije haciéndome el sorprendido
– Como no voy ha hablar con las vacas. Y con el perro, y con las gallinas, y con la yegua.
* Pero hoy puedes leer lo quieras; al menos eso dice mi maestra.- dije por si “Careta” llegaba a necesitar ayuda.
– Si, pero se entiende mejor la televisión. Mira sino como ha interpretado “Careta” el dichoso cuento.
* Pero tú le coges la leche y el ternero. ¿Cómo no va ha querer hacerse invisible? -Le dije
*- ¿Vosotros os queréis hacer invisibles?
*_ Sii,
*- ¿Y queréis leer el cuento del camaleón?
*_ Siii
Yo empecé a pensar que Amador le sucedía algo, y como pasaba mucho tiempo con los animales estaba flipando, y que escuchaba y veía cosas que solo se ven en los cuentos.
Amador seguía dando brochazos a la hierba sin parar y al mismo tiempo gritaba:
– ¿Dónde estás cabrita, dónde estás?
Yo ya iba a marcharme, cuando de repente Amador grito:
– ¡Aquí está, aquí está, ya la tengo!.
Di la vuelta inmediatamente y me acerque enseguida a Amador que ahora pintaba la hierba desenfrenado.
* Si, es verdad -grité– Ahí aparece una oreja, ¡si mira, se mueve!
Pinta que te pinta. Brochazo aquí brochazo allí. Consiguió Amador, que todas las partes de la vaca fueran apareciendo.
* Mira, ahí aparece un ojo- dije inquieto
– Los cuernos deben estar por aquí- dijo Amador.
El ojo de Careta no estaba solo, junto a él aparecían dos gotas de rocío que se convertían en lágrimas cuando pestañeaba.
La cola, y las pezuñas amarillas fue lo último que quedó a la vista de mis ojos. Yo los retiré enseguida, porque conocer su secreto con anterioridad conseguía que me sintiera mal.
Amador le puso una soga a los cuernos y se llevó la vaca para la cuadra.
Todos los días veía subir a Amador con la vaca pintada de amarillo, y a mí me daba rabia ver como a “Careta” se le negaban los secretos.
A la semana siguiente, cuando bajaba del pueblo, vi que Amador subía desolado portando tan solo un bote de pintura azul.
Cuando me vio, me abrazó con fuerza y comenzó a llorar.
– La he perdido Alex, la he perdido definitivamente. No lo entiendo. Yo la trataba muy bien. Pero se ha marchado para siempre.
Yo le dije: * “que no se preocupara”, que mi abuelo decía: -“que con suficiente tiempo hasta la tierra se adapta”.
No le dije nada de lo que pensaba mi abuela para no preocuparle. Pero muchas veces me decía: -“que como siguiera tirando los plásticos al campo, la tierra un día se iba a enfadar e iba a hacer un paro biológico; quitándome todo el tiempo que me quedaba para jugar”.
Cuando desperté en la mañana del domingo tenía la sensación de que había soñado; unas cosas de aquí, otras de allí, otras tantas del colegio y unas pocas de los cuentos.
Enseguida pensé en ir a ver a Amador para que me dijera lo que yo ya empezaba otra vez a dudar.
Salí al jardín en busca de mi bicicleta, y en cuanto agarré el manillar noté que algo muy áspero lamía mi cara, me asuste, pues no veía a nadie, y me aparte de la Nada como si me persiguiera un fantasma.
_ No te asustes Alex -escuché en el mismo momento junto a mí, _ soy Careta, tu amiga la vaca. ¿No me ves? 
* _ ¡Allí, allí!- decían los niños a coro
*_ Detrás tuya
*_ No. Por el otro lado.
*-  ¿Dónde?¿Dónde?- pregunté mientras giraba
Poco a poco la cabeza de “Careta” fue apareciendo a mi lado, como carecía de  cuerpo me hacía bastante gracia.
_  No te rías- dijo- no puedo aparecer entera porque si aparece alguien me ve. Tardo algo en ocultarme.
* Pero antes eras Rubia.
_  Si, pero el color verde es el más rápido para ocultarme aquí en Galicia, así que he decidido cambiarme.
* Pensé que todo lo había soñado.
_  Me lo imaginaba, por eso he venido a verte, para decirte que gracias a ti, y a tus cuentos he conseguido dominar las técnicas del Camaleón. Puedo desaparecer pintándome enseguida con los colores que yo quiera.
* Es friky. Total. Qué diapasón.
_ Y si quieres, te acompañare las veces que quieras- dijo
* Qué guáy. Así lo podré contar.
_  Vale, pero con una condición, me tendrás que dejar leer todos tus cuentos
*  Chachi, eso está hecho. Chócala.
_  No te olvides, tenemos un pacto. Ahora me voy.
* Vale.
*- ¡Y desapareció!. niños.
 Pero hoy me la traje porque sabía que algunos no me iban a creer.
Y ahora decirme. ¿Qué fue lo que más os gusto?.
*_ Cuando aparecía.
*_ Cuando pintaba y aparecía.
*_ No. Ahora al final, cuando apareció
Desmonté mi atril de exposiciones, y mientras corregía mis errores repasando los acontecimientos, iba formando otros que todavía no habían cobrado forma.
La puerta que está pintada delante de mí no se abre, quizás la entrada esté oculta en otro sitio; o enterrada como la historia entre un montón de recuerdos y un puñado de tierra.
Repentinamente vi un objeto brillante en el suelo que causo mi extrañeza. Me dirigí a él, y cuando lo repasé con mis dedos, supe que era el perfil de una cerradura de plata.
Unas palabras titubeantes me sacaron de mis ensoñaciones
*_ Oiga Señor, por favor. ¡Oiga!
 

 

 

 

 

 

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