En la vida pretendemos ser felices adquiriendo sublimes experiencias aunque, las más de las veces, las que en verdad nos enriquecen son las que nos hacen sufrir. Decía Savater, el filósofo vasco, que tras toda mala experiencia vital surgirá un filósofo, es decir, alguien que tendrá que sonsacar de la misma todas aquellas sensibilidades, certezas e incertezas, con el fín de descubrirse en profundiad y que le enriquecerán para continuar el camino que habrá de seguir inexorablemente hasta llegar al final de su existencia. A partir de un sufrimiento casi nadie vuelve a verse y sentirse igual, ni consigo mismo ni con los demás. Es un ser con un añadido de sabiduría por haber aprendido a convivir con el escollo que en su camino apareció un día de forma imprevista. Pero no es malo ni negativo, más bien todo lo contrario. Lo malo sería permanecer indiferente sin cambio personal alguno, lo que solo indicaría que la vida corre a nuestro lado pero nunca de nuestra mano. Si las vicisitudes del vivir diario forman parte de nosotros, tendremos que ir adaptando nuestra manera de ser a prepararse a modificar comportamientos enriquecedores en saberse agradar en cada época que conforma las vidas de los seres humanos según el tiempo corre a nuestra vera
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Hace unos veinte años que conozco y me trato con Suso Carreira, dueño y “alma mater” del Mesón do Forno, nombre que da título a esta web tan enriquecedora. La reseña viene a cuenta de que en este tiempo nos vimos el uno al otro en unas circunstancias favorables y otras no tanto, pero lo que no parece haber duda es que los dos hemos sabido superar las dificultades que la vida nos deparó según la fuimos recorriendo, sin que por ello no dejemos de pensar lo cierto de la letra machadiana de la canción de Serrat que menciona “que se hace camino al andar”. No sé si yo a él le aporté algo que mereciese la pena, pero él a mí sí, entre otras razones porque es un hombre cargado de creatividad, y eso supone que la carga es grande porque él lo es, tanto en tamaño físico como en la grandeza de corazón para con sus amigos, entre los cuales me jacto de saberme encontar. Caricaturista de trazo rápido, preciso y mordaz, ingenio a raudales en manipular las cartas donde en un abrir y cerrar de ojos te hacer ver lo que se supone que no puede ser cierto, pero que no se lo puedes demostrar. Esa magia que usa en sus juegos no es nada comparada con el haber conseguido ganarse a pulso y mucho esfuerzo un lugar en reunir a artitistas lucenses que exponen por temporadas algunas de sus obras. Uno se adentra en el Mesón do Forno y una vez que ojea un par de veces el entorno que lo rodea cae en la cuenta que no es lo que se esperaba encontar. Claro que puedes llenar tu hambriento estómago con viandas varias, calmar la sed con diferentes bebidas, algunas exóticas como el té marroquí de delicioso gusto y que los asiduos recurrimos a él en muchas ocasiones, pero lo más desconcertante es ver sus paredes de donde cuelgan cuadros, colages (¿se dice así en español o debería mejor expresarlo en la lengua de la que supongo procede: el francés?), fotografías que recogen momentos únicos. Si uno prefiere no permanecer en la barra puede ir al bodegón donde dar cuenta de una buena comida y bebida. Ahí se regocigará con un poco de suerte de alguna exposición temporal de un artista lucense -recientemente hubo una del afamado Paco Pestana y que ahora viajó para agradar la vista de los orensanos-, cuando no son sus propias creaciones -caricaturas, ácidas algunas, pero no perniciosas para la salud, de modo que no se precisa el uso de antiácidos estomacales- o la que algún amigo agradecido por haber tenido la fortuna de aparecer en una de ellas y poderse llevar a casa lleno de orgullo, le regala un cuadro realizado con pequeños dibujos del autor, finamente agrupados y en negativo -lo blanco del fondo se torna negro y el trazo negro del dibujo se observa blanco- y bien enmarcados, estando además bien situadas, ya que el lugar es donde la vista no le queda más reemedio que desviarse, sobre todo cuando la necesidad miccional aprieta y se buscan los urinarios con urgencia, al estar colocado junto al acceso a los mismos que quedan claramente señalizados con un letrero don reza esta clara y determinante consigna: “Oficina de Asuntos Internos”. Pero quizá lo mejor de todo es que el citado bodegón tiene dos niveles. El más bajo, donde se hace trabajar a nuestro aparato masticatorio y deglutorio, es más grande en extensión, pero en un extremo de éste y a una altura de unos cincuenta centímetros, a modo de pequeño tablado, surge un coqueto rincón que está todo él enmarcado con un cortinaje rojo que remeda a un escenario, y que esa función adquiere cuando, por ejemplo en la primera semana de Noviembre -creo-, en diferentes locales de la ciudad de Lugo puede uno disfrutar de múltiples sesiones de magia. Es la semana de la magia, donde el señor Tamariz entre otros muchos se acerca por lugares como el Mesón do Forno, para hacer que nos riamos, sorprendamos y nos quedemos absortos con lo que dice y hace con sus manos. Ese escenario luce durante todo el año una escultura regalada por el ya mencionado artista lucense Paco Pestana, y ahora, en determinados momentos del día, contra una bonita pantalla de blanca tela, suele proyectarse una vieja película a modo de Cine de Barrio y que nos hace transportar en el tiempo décadas atrás. Nos entra la nostalgia, lo comentamos, añoramos ciertas cosas pasadas y encaramos el futuro con la mejor sonrisa que somos capaces de ofrecer en ese momento. Consciencia tenemos que, aunque maduros, tenemos muchas vivencias aún que compartir.
Si alguno de los que me pueda estar leyendo no conoce este Mesón y a su tabernero, el señor Suso Carreira, cuando tenga la fortuna de acercarse por esta coqueta y preciosa ciudad de Lugo, debería hacerse un momento en su agenda para simplemente tomar un café o un té marroquí para adentrarse en sus entrañas, sin dejar de acudir -sería inexcusable- la la Oficina de Asuntos Internos.
Envejecemos juntos y espero que así continúe hasta que ambos nos jubilemos. Después, el tiempo dictará sentencia. Ésta será algo así como que nos disfrutamos en la medida de lo posible. Eso sí, siempre sabiéndonos grandes admiradores y deseadores de las bellezas femeninas y no de nuestros poco atractivos cuerpos.
Alberto Sierra
PS: a mis amigos foráneos, si leen este artículo – hoy les enviaré la web por e-mail- , cuando vengan a verme si por no poder ceder a la curiosidad deseasen conocer ambos: Mesón y Tabernero, muy gustoso me ofrezco desde ahora mismo a hacer de cicerone y, si el momento se tercia, comer y beber hasta que la saciedad nos adormezca y tengamos que acudir a la Oficina de Asuntos Internos.